domingo, 25 de septiembre de 2011

Aquí os dejo el primer capitulo de un libro muy bonito: canciones para paula.

CANCIONES PARA PAULA. CAPÍTULO 1 (Primera parte)

CANCIONES PARA PAULA. CAPÍTULO 1 (Primera parte)




Capítulo 1. Primera Parte

Seis de la tarde de un día de marzo.
Mira de nuevo su reloj y se sopla el flequillo. Vistazo a un lado, a otro. Nada. Ni rastro de la flor roja.

Dos días antes.
Él. “Llevaré una rosa roja para que sepas quien soy”.
Ella. “¿Una rosa roja? ¡Qué clásico!”
Él. “Ya sabes que lo soy”.
Ella. “Yo llevaré una mochila fucsia de las Supernenas”.
Él. “¡Qué infantil eres!”
Ella. “Ya sabes que lo soy”.

Seis y cuarto de la tarde de un día de marzo.
“Será capullo. Si al final resulta que éstas van a tener razón.”
Paula mira de nuevo su reloj. Suspira. Se ajusta la falda que se ha comprado expresamente para la cita. También ropa interior nueva, aunque no cree que la cosa dé para tanto. Da pequeños golpecitos con el tacón en el suelo. Empieza a estar realmente enfadada.

Un día antes.
Ella. “¿Estás seguro de lo que vamos a hacer?
Él. “No. Pero tenemos que hacerlo.”
Ella. “Como no aparezcas...”
Él. “Apareceré.”

Seis y media de la tarde de un día de marzo.
Paula se resigna. Si al menos le hubiese dado el móvil... Se pone la mano en la frente. Está acalorada y eso que allí hace un frío que pela. No puede creerse que él no se haya presentado. Vuelve a mirar a todas partes en busca de una flor roja.
Nada.
“Eres un capullo”, dice en alto pero no lo suficiente como para que alguien la oiga.

La noche anterior.
Él. “Te quiero”
Ella. “TQ”

Seis y treinta y seis de la tarde de un día de marzo.
Paula se ha cansado de esperar. Tiene calor. Tiene frío. Saca una goma de uno de los bolsillos de la mochila de las Supernenas y se coge una cola. Se había alisado el pelo para la ocasión. Ahora ya le da igual. Aquel capullo no se ha presentado. “Capullo”.
“¿Y ahora?” Es pronto para volver a casa y por nada del mundo quiere estar cerca de su PC. Necesita un buen café con el que aliviar las penas.
Justo enfrente ve un Starbucks. Camina hacia el paso de cebra para cruzar la calle haciendo mil y una muecas de fastidio. Mientras espera que el muñequito del semáforo se ponga en verde, recuerda la conversación con sus amigas en el instituto.

Ese mismo día por la mañana.
Paula. “A las cinco y media”
Cris. “Tía. No me lo puedo creer. ¿De verdad que has quedado con ese tío?”
Diana. “¡Qué fuerte me parece!”
Paula. “Creo que es el momento de que por fin nos conozcamos”.
Miriam. “Pero si ni siquiera os habéis visto en foto”.
Paula. “Ya lo sé. Pero me gusta. Yo a él le gusto. No necesitamos fotos.”
Diana. “¿Y si es un enfermo? Un depravado sexual de ésos.”
Miriam. “Eso es lo que a ti te gustaría encontrar, eh Diana. Un loco que ande todo el día pensando en el sexo”.
Todas ríen menos Diana que intenta dar un tortazo a Miriam, pero hábilmente ésta lo esquiva.
Cris. “¿Y si no se presenta?”.
Paula. “Se presentará”.
Miriam. “Puede que no”.
Diana. “Puede que no”.
Paula. “¡¡¡¡ Os digo que sí!!!!”
Profesor de matemáticas. “Señorita García, sé que le entusiasman las derivadas. Pero haga usted el favor de contenerse un poco en clase. Y ahora, ¿puede usted salir a la pizarra a ilustrarnos con su sapiencia?”
La conversación termina y ahora todas ríen menos Paula que de mala gana se levanta y se dirige al encerado.

Seis y cuarenta de la tarde de un día de marzo.
Paula abre la puerta del Starbucks. No hay nadie haciendo cola. Un chico calvo y delgado con barbita le atiende con una bonita sonrisa. La chica pide un Caramel Machiatto, una especialidad con caramelo y vainilla. Paga y sube a la planta de arriba a tratar de poner un poco de orden en su desordenada cabeza.
La sala está prácticamente vacía. Una parejita tontea en un sillón cerca de uno de los grandes ventanales que dan a la calle. Paula los mira de reojo.
“Que mala pata, han cogido el mejor sitio.”
Cerca de la pareja hay otro sillón que le satisface, pero lo descarta al encontrarse demasiado cerca de aquellos novios. No es plan molestarles.
Así que finalmente se decanta por un lugar alejado y esquinado, cerca de otra ventana, pero con menos luz y peor vista.
Paula mira el tráfico de la ciudad. Pensativa. Está triste. Realmente, pensaba que él se presentaría. Dos meses hablando cada día, contándose cosas, riendo, casi enamorándose y a la hora de la verdad, él había sido un cobarde. O quizás no era lo que decía ser y finalmente ha dado por concluida la relación.
No, no puede ser. Eso no puede ser.
Paula da un sorbo a su Caramel Machiatto. Inevitablemente se mancha los labios y le deja una especie de bigotillo espumoso bajo la nariz. Intenta llegar con la lengua pero es inútil. El caramelo ha hecho de las suyas.
“Mierda, no he cogido servilletas y paso de cruzarme delante de esos dos otra vez”.
Mira en la mochila de las Supernenas, pero no encuentra pañuelos de papel.
Suspira. Saca el libro que llevaba dentro y lo coloca sobre la mesa para continuar su rastreo con menos obstáculos. Nada. Y vuelve a suspirar.

CONTINUARÁ...

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